Esta entrada solo quiero hacer público un descubrimiento que me ha dejado con la boca abierta, pues no tenía ni idea, a pesar de que ya tiene décadas. Como tampoco estoy a la última ni a la penúltima en lingüistica histórica o comparada o como se llame, no sé que grado de aceptación tiene en España, aunque me suena que poco. En todo caso, me ha cautivado y me sumo feliz a esta hipótesis, que tantas cosas explica,
Dijo alguna vez Julio Camba que él no hablaba gallego porque era como hablar castellano antiguo. Con estas gracias Camba se ganaba unas monedas por el Madrid aquél que decía: España somos nosotros. O sea, el Madrid de siempre. Pero aunque cínico y desengañado, Julio nunca fue un tonto. Lo cierto es que sí, cualquiera sabe que el gallego está más cerca del latín que el castellano, pero es que ahora me entero de que sí sí, que el gallego era exáctamente eso en su origen, es decir, español, un español, al menos, y que el castellano era un dialecto extremo o extremado, es decir, fronterizo, marginal, surgido de los límites de aquella España hispánica, romana y latina.
El padre de esta teoría no es Camba sino otro gallego, Carlos Peregrín Otero, hoy profesor emérito en la Universidad de California. La historia de Carlos P. Otero es singular, pues habiendo sacado su plaza de diplomático se hartó de servir a aquella España Una y plomiza de los cincuenta y se entregó a la lingüística de la mano de Chomsky, al que tradujo al español y cuya obra ayudó propagar en España.
Arriba tenéis el esquema genealógico de los romances hispánicos del professor Carlos Otero. Lo primero que llama la atención es que se ha dejado fuera al catalán, que Otero entiende en la rama de las lenguas francas. Así, no hay más remedio que darle -un poco- la razón a Napoleón en aquello de que los catalanes son franceses confundidos.
Y ya dentro de las lenguas hispanas, Otero distingue dos dialectos españoles, uno de raíz galaica al norte y otro al sur, de raíz mozárabe. Como lingüista, C. Otero tiene mucho cuidado de no caer en las trampas de la lengua escrita y guiarse en lo posible por lo que es en verdad una lengua: expresión oral. Así que da a este mozárabe el nombre de Yudió, pues donde mejor se ha conservado es en el idioma de los judios expulsados de España por los Reyes Católicos, es decir, el sefardí.
Los mapas de la evolución de las lenguas peninsulares provienen de aquí. Hoy, estos mapas o la hipótesis lingüística de C. Otero son utilizadas por algunos grupos nacionalistas gallegos de estética filonazi para justificar la supremacía ario-galaica de Breogán o algo así. Da igual. Es más, estas cosas son inevitables. El castellano también tiene sus propios supremacistas, y todavía hoy muchos lo utilizan como arma política para defender el nacional-capitalismo madrileño, ese cerrado centralismo que es el gran negocio de Madrid, su único negocio en realidad. ¿Qué sería Madrid si no fuese capital?
Pero políticas aparte, las evidencias se conservan tanto en los rasgos lingüísticos de las lenguas actuales como en los rastros literarios. Las más antiguas pruebas de romance literario peninsular fueron las jarchas y la poesía gallega, los primeros frutos de las dos ramas primeras del romance hispano.
Incluso Menéndez Pidal lo reconoció:
Y Sánchez-Albornoz, más en extenso:
Y para terminar, un reflejo actual de estas dos raíces hispánicas: la España galaica y la mozárabe reflejadas en los apellidos Moro, Mouro, Moura, Mouriño y Moreno.
Mouro, Moura, Mouriño y Moro son apellidos gallego-asturiano-leoneses, es decir, galaicos en sentido lato, pero no se refieren a los moros de la Mauritania, que por allí anduvieron poco, sino a los paganos precristianos. Cosas de mouros en Galicia son las xanas, las mámoas o los castros, las tradiciones prerromanas del NO hispano que daría sustrato a los reinos hispánicos cristianos tras la conquista del 711, bien se llame Asturias, Galicia o León.
El padre de esta teoría no es Camba sino otro gallego, Carlos Peregrín Otero, hoy profesor emérito en la Universidad de California. La historia de Carlos P. Otero es singular, pues habiendo sacado su plaza de diplomático se hartó de servir a aquella España Una y plomiza de los cincuenta y se entregó a la lingüística de la mano de Chomsky, al que tradujo al español y cuya obra ayudó propagar en España.
Arriba tenéis el esquema genealógico de los romances hispánicos del professor Carlos Otero. Lo primero que llama la atención es que se ha dejado fuera al catalán, que Otero entiende en la rama de las lenguas francas. Así, no hay más remedio que darle -un poco- la razón a Napoleón en aquello de que los catalanes son franceses confundidos.
Y ya dentro de las lenguas hispanas, Otero distingue dos dialectos españoles, uno de raíz galaica al norte y otro al sur, de raíz mozárabe. Como lingüista, C. Otero tiene mucho cuidado de no caer en las trampas de la lengua escrita y guiarse en lo posible por lo que es en verdad una lengua: expresión oral. Así que da a este mozárabe el nombre de Yudió, pues donde mejor se ha conservado es en el idioma de los judios expulsados de España por los Reyes Católicos, es decir, el sefardí.
Los mapas de la evolución de las lenguas peninsulares provienen de aquí. Hoy, estos mapas o la hipótesis lingüística de C. Otero son utilizadas por algunos grupos nacionalistas gallegos de estética filonazi para justificar la supremacía ario-galaica de Breogán o algo así. Da igual. Es más, estas cosas son inevitables. El castellano también tiene sus propios supremacistas, y todavía hoy muchos lo utilizan como arma política para defender el nacional-capitalismo madrileño, ese cerrado centralismo que es el gran negocio de Madrid, su único negocio en realidad. ¿Qué sería Madrid si no fuese capital?
Pero políticas aparte, las evidencias se conservan tanto en los rasgos lingüísticos de las lenguas actuales como en los rastros literarios. Las más antiguas pruebas de romance literario peninsular fueron las jarchas y la poesía gallega, los primeros frutos de las dos ramas primeras del romance hispano.
Incluso Menéndez Pidal lo reconoció:
la confidencia entre las hermanas establece una tradición más particular aún entre la antigua tradición mozárabe y la antigua tradición del Noroeste peninsular, mostrando que existió una coincidencia arcaica, perdida en el transcurso del tiempo.
Y Sánchez-Albornoz, más en extenso:
El deslizamiento en el siglo V hacia el solar cismontano de Cantabria -la futura Castilla- de los várdulos de la depresión vasca, apenas romanizados todavía, no pudo contribuir a vigorizar en el país tradiciones líricas de estirpe romana vulgar. La colonización por los godos, en masas cerradas, de las llanuras del Duero, a fines del siglo V y principios del VI, tampoco pudo favorecer la perduración de cantos latinos populares en tierras luego castellanas. Los godos, emigrantes a la Cantabria montañosa al ocurrir la invasión árabe, no pudieron llevar al Norte tradiciones poéticas que les eran ajenas. La conjunción cántabro-várdula de la que nació Castilla, como no recogió la herencia institucional y jurídica de Roma, tampoco debió recibir la lírica hispano-romana vulgar que pervivió en Galicia, en Al-Ándalus, y en general en toda la Romania.
Mouro, Moura, Mouriño y Moro son apellidos gallego-asturiano-leoneses, es decir, galaicos en sentido lato, pero no se refieren a los moros de la Mauritania, que por allí anduvieron poco, sino a los paganos precristianos. Cosas de mouros en Galicia son las xanas, las mámoas o los castros, las tradiciones prerromanas del NO hispano que daría sustrato a los reinos hispánicos cristianos tras la conquista del 711, bien se llame Asturias, Galicia o León.
¿Y en el resto de Hispania? ¿Qué moros hay ahí? Pues no hay tales, sino Morenos.
Morenos son los moros de Al-Ándalus integrados en el mundo cristiano, mozárabes y conversos, los que no cantaban cantigas sino jarchas.
Y para terminar, os dejo este mapa político de mediados del siglo XIX y que no sé si quiso ser satírico o ingenuo, pero en cualquier caso define muy bien las tres identidades hispánicas, primero la vieja, la dominada -uniformizada, dice- por Castilla y luego por Madrid, aunque de raíz galaico-andaluza; la de las esencias, que primero inventó Castilla y de repente se hizo carlista, foral, más papista que el papa, y la catalana, asimilada, como dice el mapa, peninsular, sí, pero siempre con la duda de si es o no es hispánica.
Carlos-Pelegrín Otero, 1976. Evolución y revolución en romance II. Seix Barral.
Morenos son los moros de Al-Ándalus integrados en el mundo cristiano, mozárabes y conversos, los que no cantaban cantigas sino jarchas.
Y para terminar, os dejo este mapa político de mediados del siglo XIX y que no sé si quiso ser satírico o ingenuo, pero en cualquier caso define muy bien las tres identidades hispánicas, primero la vieja, la dominada -uniformizada, dice- por Castilla y luego por Madrid, aunque de raíz galaico-andaluza; la de las esencias, que primero inventó Castilla y de repente se hizo carlista, foral, más papista que el papa, y la catalana, asimilada, como dice el mapa, peninsular, sí, pero siempre con la duda de si es o no es hispánica.
Carlos-Pelegrín Otero, 1976. Evolución y revolución en romance II. Seix Barral.