jueves, 19 de enero de 2017

145. Percepción numérica y espacio político izquierda-derecha.

Tenía este asunto pendiente desde que escribí Madrid es una isla. No entró en el libro y hasta hoy. ¿Tiempo perdido? Lo ganado es que en estos años el panorama político ha dado un vuelco, y hay unos buenos datos que analizar. 


El punto de partida era simple. Desde 1995 (al menos), las encuestas del CIS describen una situación que se repetía con ligerísimas variaciones: la autoposición ideológica izquierda-derecha de los españoles se ajusta a una misma o muy similar distribución normal. 

La cuestión que me planetaba entonces es: 

1.- si la composición general (¿el marco/frame, debería decir?) es una curva gaussiana, ¿cómo se dividen los partidos este espacio político aparentemente tan coherente? 

y en consecuencia:

2.- ¿cómo es posible un cambio político en una estructura aparentemente tan monolítica? 

La respuesta meramente cognitiva diría (creo) que la mayoría nos situamos en el medio de la escala pues (como borregos que somos, en definitiva) tendemos a acomodar nuestras opiniones a las generales. Nuestro mayor o menor espíritu borreguil nos predispondría a colocarnos más o menos cerca del confortable y calentito centro. Lo cierto es que infinidad de experimentos demuestran que ajustamos nuestros juicios del mundo a los de los demás. El problema es que, en todo caso, esta respuesta nos deriva a otras preguntas: 

1.-  ¿Cómo nos ponemos de acuerdo en saber dónde está el centro entre la maraña de opiniones? ¿Cómo sabemos qué piensa la mayoría? ¿Cómo transmitimos e interpretamos esa información? 

2.-   Os recuerdo esta curva gaussiana está autoconstruida a partir de la posición que los españoles nos otorgamos en una hipotética escala izquierda-derecha 1-10, así que, ¿cómo nos posicionamos en una determinada medida y no en otra? Aún consintiendo que sólo busquemos una determinada distancia al centro, ¿cómo valoramos esa distancia? ¿Cómo sé yo que estoy en 7 y no en 8? 

Sin querer contradecir nuestro carácter borreguil, me parecía entonces (y me parece ahora) que cualquier solución reduccionista queda corta. De algún modo debemos percibir la distribución política general para poder situarnos en ella. Mi hipótesis era -y es- que percibimos los parámetros básicos de la distribución: media y desviación estándar, y que si entendemos la media como valor político más frecuente, también entendemos la desviación estándar (σ) como la máxima dispersión admisible para un mismo valor político. Es decir, mi hipótesis era y es que un solo partido político cubritrá una dispersión ideológica (d) no mayor que 1 (una) desviación estándar (σ). d≤σ


Para comprobar cuánto de cierto había en esta hipótesis recopilé resultados electorales al parlamento de 21 países europeos (practicamente todos salvo las ex-URSS y ex-Yugoslavia). Los resultados esperados se muestran en gris, con la línea central del valor medio y los valores máximo y mínimo dependiendo de lo más o menos centrado que esté el primer partido. Por ejemplo, si el primer partido estuviera perfectamente centrado en 0 (-0,5σ a +0,5σ), alcanzaría un máximo porcentaje de votos (38%), quedando empatados 2º (-0,5σ a -1,5σ) y 3º con un 24% (0,5σ a 1,5σ)...



Por supuesto, las situaciones particulares de cada país pueden variar muy mucho y no ajustarse de ningún modo a una distribución normal, pero tanto si calculo el valor medio de los porcentajes por países o directamente del número de votantes, el ajuste es lo bastante bueno como para aceptar, al menos, que la hipótesis general es bastante plausible, aunque con un necesario añadido: 

El tercer partido y siguientes.

1.- De media (y de forma sistemática), el tercer partido tiene un porcentaje de votos menor del que le corresponde según un reparto de la distribución normal en unidades de desviación estándar.

2.- Este porcentaje que le resta al tercer partido se suma a los siguientes, a partir del quinto.

Encuentro dos posibles explicaciones -no excluyentes- a este efecto.

Una, que nuestra percepción de la desviación estándar no se ajuste realmente a una distribución normal, sino a otro tipo de gaussiana (u otra función) ligeramente distinta. Matemáticamente, no sería difícil dar con esta otra función que lograse un ajuste mejor, pero creo que conceptualmente no sería un proceder adecuado, pues el objetivo no es ajustar la curva sino comprender el comportamiento electoral.Tener una curva con un ajuste fetén no facilitaría en nada la explicación de cómo se gesta la percpeción política (y ni tampoco serviría prospectivamente). 

Así que me quedo con la otra explicación, que viene a ser que: cuanto menor es la posibilidad de ganar las elecciones, menor interés hay dispersar el propio voto. Es decir, que si total no vamos a ganar las elecciones, no nos compensa sumar nuestro voto a un partido con el que no coincidimos sacrificando nuestra identidad ideológica, por, digamos, obtener un 0,5 % más. 

Este sistema de cálculo/percepción explicaría supuestos desafueros ideológicos, como la radicalidad de los extremos políticos que conducen a los partidos aquí situados a la atomización y el dogmatismo ideológico. Los radicalaes parecen propensos a separase por cualquier nimiedad, ¿pero para qué unirse, si de todas formas serán 4 gatos?



El comportamiento de los extremos políticos es distinto que el del centro pero no responde a otras razones, sino la distinta perspectiva de una misma función exponencial del valor. 

El caso es que si estás en el extremo del espectro político, o lo que es lo mismo, en la parte baja de la curva de Gauss, no negocias con tu ideología porque  hacerlo no te redunda en una ganacia de poder suficiente; mejor preservas tu identidad política. Como decía más o menos la frase de no recuerdo quién: si las disputas en la Academia son tan agrias es porque no se juega nada en ellas

España. 

1.-Reparto del espacio político con el Bipartidismo. 

Bien, ahora voy a por lo ocurrido en España en los últimos años. Ya no será una aproximación sincrónica sino diacrónica de sucesos. Y cambio ligeramente el cálculo de los espacios políticos, en vez de repartir la curva gaussiana en bandas de 1 desviación estándar, la descompongo en sub-gaussianas de desv_st = 1. Un Fourier de andar por casa.  

Lo de abajo es el autoposicionamiento político de los españoles según el CIS en septiembre de 1995, en julio de 2010 y octubre de 2016. La primera fecha es la de uno de los primeros Barómetros del CIS, la de 2016 era la última disponible cuando preparé los cálculos de esta entradilla. La del medio la elegí porque sí, que ya no recuerdo. 



La línea fina negra representa una población normal con una desv típica de 1; la gris, es un ajuste gaussiano a las curvas de autoposicionamiento con una desviación típica de 1,7. No trato de medir nada, tan solo advertir lo decididamente platicúrtica que es la curva, es decir, qué gran desviación de valores presenta entorno a la media. 

Y ahora por fin, el reparto máximo de la curva de autoposicionamiento de España según CIS (con una desv_st de 1,7) entre dos partidos, uno de derechas (centrado en 5.75) y otro de izquierda (centrado en 3.75). Cada uno de ellos tiene un 39,5 % del espacio ideológico. 


Para ocupar el ansiado centro ambos partidos deben dejar un espacio marginal en los extremos. Ese era el servicial papel que jugaba IU para el PSOE, ahí quietecito en su respetable finquita de la izquierda inmaculada. Defendiendo estas lentejillas y apuntalando al PSOEpasó 40 años. Lo del PP era algo más esquizofrénico. Quizá porque CiU y PNV ocupan el espacio central en PV y Cat, el PP no podía dejar espacio libre alguno a su derecha en Madrid y sus provincias. Por eso, a pesar de reivindicarse siempre de centro y nunca -jamás- de derechas, el PP ha mantenido siempre ese tufo madril-franquista, de muy español y mucho español que diría Rajoy. 


Según el barómetro de junio de 2011, en vez del 5,5 que correspondería a un cento-derecha a punto de superar el 40 % de los votos, el PP era calificado como un partido de derecha sin ambajes:7,9 en la escala 1-10 del CIS. La valoración que los españoles daban al PP como un partido de derechas o extrema derecha es más evidente al compararla con la del resto de partidos.  
El gráfico de arriba está construido a partir de los valores de la tabla, y muestra el espacio relativo de cada partido en el espacio político. La posición del PP es más dominante cuanto más a la derecha. Cómo ha podido lograr y mantener el PP su tremendo poder político (y los votos que ideológicamente no son suyos) con esa valoración de partido de extrema derecha merece toda una tesis. Pero será otro día.  

2.- Situación actual: cuatro partidos.

Lo de hoy es comprobar cómo los 4 partidos PP, PSOE, CCs y Podemos se reparten hoy el espacio político y si este reparto se ajusta (más o menos) a identidades ideológicas de 1 desviación típica en el espectro izquierda-derecha. 


El CIS de enero de 2015 incorporaba dos nuevos partidos a la escena nacional (y detallaba la escala de valoración de izqda-dcha en unidades de 1 a 10). Podemos entraba por la izquierda, apretando a IU contra el PSOE.. ¡Oh, dioses, los inmaculados a la derecha de alguien! Y por el centro CCs hacía cuña entre una UPyD que no acaba de asumir una posición clara de derechas (quién lo diría!) y ese PP de extrema derecha que los españoles advierten. [Para mayor claridad saco del gráfico a PNV y CiU]
  
En realidad, Podemos y CCs han hecho lo mismo. Ambos han entrado por la izquierda a los partidos del bipartidismo. Todo el mundo se da cuenta de que Podemos es una amenaza para el PSOE (IU no le importa a nadie) y CCs para el PP. 

Ahora veamos qué decía el CIS en octubre de 2016.


Se confirma lo dicho. Una vez introducidos por la izquierda, tanto Podemos como CCs se han desplazado hacia la derecha para hacerse con el centro. Hay, sin embargo, una diferencia. Podemos ha entrado en el juego de la confluencia de la izquierda y se ha quedado estancado donde IU estaba. Gracias a este parón digestivo, el PSOE puede seguir mantener su estratégica posición en 4,5. Pero CCs, que simplemente ha barrido a UPyD, siguió su camino al centro de ese espacio entre PSOE y PP, posicionándose claramente como la referencia del centro-derecha y arrinconando aún más al PP a la radicalidad (8,4). 

Por lo demás, la distribución ideológica no puede ser más completa y regular. Como veis en el gráfico de abajo, los máximos de cada partido están a dos unidades ideológicas de sus vecinos (salvo Podemos e IU, que en proceso de unificación igualaron pasmosamente su perfil ideológico). 

Y las poblaciones normales con desv-St =1, las tenéis aquí superpuestas

Yo creo que no está nada mal.. Por supuesto, los ajustes no son perfectos, pero oye.. tampoco estamos hablando de física newtoniana, no? De las desviaciones, llama la atención el PSOE, que prácticamente calca la curva de autoposicionamiento general de los españoles (punteada en negro). Desde luego cuando Zapatero dijo aquello de que el PSOE era el partido que más se parecía a España, no lo decía porque sí. También me llama mucho la atención que tanto PP como Podemos, como formaciones de flanco ideológico que son, proyecten su perfil hacia los extremos de la escala. 

Así que, por lo que a mí respecta, hay evidencias de que, de modo general, podemos asumir como cierto que:

La dispersión ideológica máxima de un partido político es de 1 desviación estándar.

3.- Y ahora, el salto mortal. 

Lo que hago es transformar ideología, directamente en votos. Tan solo multiplico los porcentajes de cada partido en la escala de autoposicionamiento político izquierda-derecha del Barómetro CIS del 10/2016 por su porcentaje de votos global en las elecciones generales de agosto de 2016. El resultado es: 



En las gráficas doy la estimación de voto calculada a partir del posicionamiento ideológico, Podemos y CC's la clavan; PSOE y PP se alejan  por mucho. Mi impresión es que (como partidos nuevos) Podemos y CCs tienen un voto estríctamente ideológico. En cambio PP y PSOE son votados o no por otros motivos, afectos y clientelismos incluidos, pero curiosamente, en sentidos opuestos. El PSOE, el partido que más se parece a España, se ve rechazado por un 10 5 de sus electores potenciales, mientras que el PP, cuya ideológía solo parece atraer a 1 de cada 10 votantes, más o menos como a CC, fue votado por 1 de cada 3. 

El aumento de detalle en la distribución de autoposicionamiento ideológico permite ver un claro doble pico. Está claro que ahí hay gato encerrado y puede que por ahí esté la respuesta. (Y también en ese 20 % de españoles no sabe o no contesta de su posición ideológica...) 

4.- Epílogo. ¿Fin del bipartidismo o Tetrarquía? 

Al dividir Diocleciano el Imperio Romano en dos, quedaba pendiente el problema de la sucesión. Si uno de los diarcas moría, era fácil que el otro reclamara el gobierno de la otra mitad. Así que Diocleciano creó la figura de los dos Césares, herederos de los dos augustos y copríncipes del Imperio. Si un augusto moría, el césar ocupaba su lugar y de inmediato elegía un nuevo césar, sucesor suyo. De esta forma era mucho más difícil hacerse con el imperio, pues habría que eliminar a dos enemigos a un mismo tiempo. En definitiva, un reparto para mantener el Imperio unido. Todo un invento que añadió medio siglo al Imperio. Supongo que me seguís. 


3 comentarios:

  1. Excelente análisis. Para mí esto es lo que sí importa y mucho. Utilizo uno de tus gráficos en un comentario de mi Facebook (https://www.facebook.com/alejandro.martinez.castillo). Qué suerte haber encontrado fortuitamente tu blog. Mi inquietud es la de cuál sería el presidente ideal en un bipartidismo perfecto? Cómo se elegiría?

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    1. Gracias Alejandro. Pues me parece que la solución al presidente ideal del bipartidismo ya está inventada desde el siglo XIX: el turnismo. Los dos partidos se alternan en el poder.
      Saludos..

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    2. Hola de nuevo, Alajendro. No estoy muy seguro de qué preguntas, y tampoco soy ningún experto en sistemas políticos comparados. En cualquier caso una es la teoría y otra la práctica, y yo creo que en política manda la práctica. Semipresidencial es también Rusia, pero nadie duda que quien manda es Putin y Mendeliev un florero.Sakudos..

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