En la Septuagésima, la versión griega de la Biblia cristiana, los traductores de Alejandría llamaron Números al cuarto libro del Pentateuco por la profusión de datos contables de todo tipo que se intercalan en este relato del Éxodo a través del Sinaí. Por ejemplo y entre otras muchas cosas, este capítulo describe la disposición de las tribus de Israel alrededor del Tabernáculo.
No puedo asegurar si este arreglo hace referencia a una tradición antigua de los reinos de Israel y Judá o es un invento posterior al exilio, pero a mi modo de ver, si toda esta puntillosa numerología bíblica no es un preludio de la Cábala nacida al contacto con la cultura babilónica, al menos sí atiende a una poderosa congruencia interna al servicio de un nuevo orden de universales matemáticos. Por ejemplo, la disposición de las tribus en torno al Tabernáculo sirve de modelo a otras muy posteriores iconografías cristianas de la Jersualén Celestial.
Beato de Fernando I y Sancha |
Paraís do Vaikunta, de aquí. |
Números, como el resto de libros del Pentateuco, fue compilado tras la dramática -casi mortal- experiencia de la destrucción del Reino de Judá, del Templo de Jerusalén y del exilio de toda la élite judaica a Babilonia el 586 a.C. La caída de Babilonia en manos de los persas liberó a los cautivos al permitirles el rey Ciro regresar y reocupar Jersualén, en el 538 a.C, y para poder gobernar la region con éxito los exiliados debían reconstruir el significado y sentidos de su propia historia, su religión y su lugar en el mundo. Los números, leyes, relatos y recuerdos elegidos y transcritos en los Libros sagrados por estos judíos vueltos del exilio buscaban recomponer una tradición perdida pero, sobre todo, debían justificar y servir a su propia pretensión de continuidad. Era un nuevo comienzo y había que expurgar mucho de lo pasado para concordarlo con el presente. Los viejos reinos de Israel y Judá y diez de las doce tribus habían desaparecido para siempre. Era necesario reinventar la historia de Israel para justificar lo sucedido.
Basta echar un vistazo a cualquier mapa de los que intentan reproducir del reparto de Canaán según Núm para comprender que no se trata de un reparto a suertes ni equitativo. Fuera cual fuese el origen real y la naturaleza del pacto entre las doce tribus, si es que alguna vez existió, la división de Canaán descrita en Jos. tan solo reproduce una geografía previa, absolutamente desigual y por tanto contingente, heredada y no creada ad hoc. Si calculamos lo que le tocaría a cada hombre de armas según los datos de censo de hombres de armas de Núm, vemos que el reparto sería absolutamente desigual. De hecho, dos israelitas de Manasés y Efraín, los descendientes de José que protestaron a Josué la división por recibir menos de lo que creían necesitar o merecer, recibirían uno 26,5 Ha y el otro 3,8 Ha.
Superficie de los territorios tocados en suerte a las tribus (de aquí), hombres de armas del censo de Moisés y superficie que le correspondería a cada hombre de armas de las distintas tribus, en hectáreas. |
En realidad, Núm o Jos. hacen referncia a una geografía histórica más o menos idealizada que probablemente era la de los propios judíos del exilio. Así, Jos. sólo da cuenta exahustiva de las ciudades al este del Jordán y apenas menciona las de Transjordania, una zona con la que los judios retornados ya no estaban directamente vinculados. Y de las 252 ciudades de Cisjordania citadas en el reparto de las tribus, la mitad, 126, pertenecían al la tribu de Judá, 143 si añadimos las 17 de la tribu de Simeón, inclusa en el ámbito de Judá.
Las cifras del censo no solo son inventadas sino que son imposibles, pues supondrían unas densidades de población no alcanzadas hasta el siglo XX (de unos 90 hab/km2 de media para el territorio conjunto de las doce tribus), pero en cualquier caso, no son arbitrarias. Creo que en el siglo VI a.C. casi nadie estaba en condiciones ya no de calcular, sino de pensar siquiera en terminos de densidad de población, de modo que el riesgo de que alguien advirtiera lo absurdo de las cifras era mínimo y esta crítica moderna a las cifras es extemporánea. Lo que pretendían expresar las cifras de Núm era el poder de las tribus bajo la bendición de Yahvé y el cumplimiento de su promesa. Pero aunque los judíos del siglo VI a.C. no podían razonar en términos de densidad de población, las cifras tampoco podían ser incongruentes entre sí ni con el discurso si este quería ser creíble. Las cifras debían mantener un equilibrio interno con el relato, no solo aparente sino profundo, estructural, poético y armónico, para reforzarlo.
Citas y Números: concordancias discursivas y disconcordancias bíblicas.
Tanto el Pentateuco -la Torá hebrea- como los libros históricos (de Samuel hasta Crónicas) son una apología de la función sacerdotal de los levitas y los méritos de Judá sobre las demás tribus hermanas, y, en consecuencia, las menciones a las tribus de Judá y Leví son mucho más comunes que al resto. Es el principio fundamental de cualquier campaña publicitaria: repetición de la marca.
Si en el Pentateuco la tribu de Judá es la más citada de las trece, considerando también los gentilicios (levitas, efrateos, rubenitas, zabulonitas, etc.) la congregación de levitas se lleva la palma con más de una cuarta parte de las citas (un 26%, versión Reina-Valera de concordancias, 1960). Por su parte, la tribu/reino de Judá se convierte en protagonista absoluto de los libros históricos de Samuel a Crónicas y acapara un 28 % de las citas, seguida de Leví/levitas con un 18 % del total. Del Génesis a Crónicas, es decir, desde la creación del mundo hasta la destrucción del Templo las otras once tribus se reparten el 54 % restante de las citas.
Las tribus de Israel Judá y Leví/levitas son la mas citadas de la historia bíblica,lo que no deja e ser lógico ya que fueron los levitas judíos quienes escribieron esa historia, pero lo más interesante es lo que ocurre con el resto de las tribus: las más citadas en el pentateuco y en los libros históricos de Samuel, Jueces, Reyes y Crónicas son aquellas a las que se otorga menor número de hombres de guerra en el censo de Moisés.
De hecho, también hay una clara correlación inversa entre el número de ciudades citadas en Núm y la cantidad de hombres de armas de las 11 tribus.
Es decir, los levitas judíos del siglo VI que tras el exilio y regreso a Jerusalén compilaron los libros sagrados para la posteridad asignaron más hombres de armas en el censo de Moisés a aquellas tribus menos importantes de la historia israelita y minusvaloraron la capacidad guerrera de las tribus históricamente más importantes, especialmente a Efraín, Manasés (entre ambas suman 72.700 hombres de armas, que es menos que la sola tribu de Judá, que contaba 74.600) y Benjamín, las tres más importantes de Israel y, curiosamente, las tres hermanadas por la genealogía como descendientes de Raquel, segunda esposa de Israel. El propósito parece claro: menguar el valor de estas tres tribus para que las de Judá y Leví destacasen aún más.
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El relato general de las doce tribus errantes reunidas en torno al Tabernáculo y unidas por su pacto con Yahvé oculta un pasado mucho más mestizo y politeísta. Es muy dudoso incluso que los levitas fueran jamás una tribu y sí mucho más probable que se constituyeran como una casta burocrático/religiosa que ocupó el lugar rector de la realeza una vez desaparecida ésta. Así se explica la permanente convivencia de israelitas y resto de cananeos incluso en la Santa Jersualén -los jesubeos que menciona Sam.-, o la anomalía genealógica que hace de Efraín y Manasés hijos de José y, por tanto, nietos de Israel. Dos de las tribus hermanas pasaron a ser sobrinas y de este modo se abrió un hueco en la descendencia de Israel donde encajar la fantástica tribu de Leví, heredera directa de la función sacerdotal a través de Moisés.
buen analisis ,pero cual seria la conclusion? o a donde nos quiere llevar el analisis ?
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