Aprovecho el título de la película de moda para tratar sobre uno de los grandes mitos de este país, que es el pedigrí vasco, y para atraer la atención sobre los desclasados y los desheredados: gitanos y judíos.
Tener apellido vasco viste entre el españolismo centralizador de la corte madrileña. El apellido vasco remite a sangre hidalga, castellana vieja. Por eso los heráldicos, esos genealogistas que te hacen un escudo de colores y te remontan a Witiza si eres tan imbécil como para pagar 25 euros, o lo que sea, sitúan el origen de casi todos los apellidos más comunes a esa mítica España de las Esencias, con su centro en el País Vasco.
La contrapartida del mito de la pureza es la aniquilación de toda diferencia. La España Una que es la Suya, esa España que odia la diferencia y la hibridación, ésa que amenaza cada día con montar otra guerra civil si no tragas con ruedas de molino, ha borrado y ocultado las huellas de los asimilados. Por eso quienes quieren recuperar los rastros de ese pasado mestizo se enfrentan a una enorme confusión. Intentaré ayudar.
Lo primero es que no hay apellidos judíos en España. pese a lo que circula por ahí. Y no hay apellidos judíos porque no quedan judíos en España, porque los echamos mucho antes de que se institucionalizase la herencia automática de sobrenombres y los que se cristianaron, como es lógico, no querrían ser identificados y estigmatizados.
Por ejemplo, Méndez. Ha corrido la voz de que Méndez es apellido judío. Bobadas. El mapa de nacimiento de las 72.000 personas con el apellido Méndez es España demuestra que su origen es astur-galaico, conservado en portugués como Mendes.
Méndez/Mendes sirve para ilustrar otra cuestión, la de la desinencia -ez.
Hay en España 3.651 personas con Mendes como primer apellido y 2.989 nacieron en el extranjero. Lo que indica de forma clara que Mendes es un apellido de emigrantes recientes.
Sin embargo, pensad, por lo menos Canarias y parte de Andalucía, Méndez se pronuncia mendes. Así que sí que hay decenas de miles de Mendes, Rodrígues, etc. aunque hayan sido homogeneizados a la forma normativa del español/castellano en los documentos, que son los que se conservan, y gracias a la alfabetización masiva, también en el habla corriente.
En realidad, la desinencia -ez, más que "hijo de" significa simplemente "de" y hay en la península todo tipo de variantes de -ez, como -iz, -es, -is o incluso -ens o -ins en Galicia, añadidos a nombres de personas y lugares.
Mucho -ez en los apellidos, pero la desinencia genuina es -es, la que se conserva en los romances españoles y a los viejos asturianos se les llama todavía astur-es, el de León es un leon-és y el de Vigo un vigu-és, en galego o en castellano. Si Vigo fuera apellido en el siglo XV sin duda habría sido transformado hoy a Vigu-ez, igual que ¡atención! hay en Cantabria unos cientos de Riancho (por Rianxo, A Coruña) y en Madrid hay algún escritor despistado que pone a una marisquería el nombre de ¡¡¡Riantxo!!!
Los españolistas unitarios han hecho de -ez la forma correcta, oficial, normativa del apellido, ignorando y despreciando todas las demás, y para darle pedigrí le han dado una ra-íz vasca. Es un castellano transformado en vasqueñol. En este vasqueñol la -ez es más que una grafía, es un blasón de vieja castellanización .
¿Cuándo tuvo lugar la vasqueñolización? Según la teoría del lingúista Carlos P. Otero, que tan bien ayuda a explicar tantas cosas, el castellano es un dialecto del español de la zona este del reino de Galicia-Asturias-León con gran influencia vasca. El caso es que, si por el oeste el viejo reino de la Gallaecia quedó truncado por Portugal, por el este se truncó por Castilla. Cosas de la Historia, no hay que hacer dramas. Pero debido a estos sucesos políticos, los dos dialectos marginales de ese romance español que venía fraguándose desde el siglo VIII adquirieron el estatus de lenguas nacionales.
En mi opinión, fue a partir de que el castellano comenzó a asumir su condición de lengua nacional cuando comenzó a labrar el mito del vasquismo, esto es, a partir de los siglos XVII y XVIII, siglos de esplendor de las heráldicas, de plenitud de la monarquía absoutista y de la sociedad estamentaria y tradicionalista, es decir, de la España Hidalga. El mito fue reforzado en el siglo XIX por otras razones. Pero vamos con los inicios.
Para ilustrar esta historia, me voy a un caso particular, que encontré por casualidad, buscando un bonito escudo con el que dar color a esta entrada.
Ahí lo tenéis. Son las floridas heráldicas nacionales para ornamento de los "viejos" linajes de los Emparan y Orbe, de la más noble hidalguía vasca. Lo bueno es que la historia de está en wikipedia, por lo que puede seguirse con comodidad. ¿Y qué tenemos?
Pues que hasta comienzos del siglo XVI, los apellidos de este linaje eran Martínez, Pérez o López, a lo que se añadía la localidad de Emparan, lo mismo que el dramaturgo Lope añadió de Vega, o el literato Miguel se apellidó de Cervantes y tantos otros...
Fue a partir del siglo XVII, que para distinguirse, los nobles adoptaron como apellidos los topónimos de sus heredades y dominios. De ahí surgieron los apellidos vascos tradicionales, esos Azpeitia, Zarugalde, Múgica, Orbe, Emparan, etc.
Lo que diferencia a estas provincias de la España Esencial es que aquí la hidalguía era numerosísima. En Vizcaya y Guipúzcoa hasta el 40 % de la población era hidalga, era la arcadia hidalga española y así terminó siendo eso: el ideal o el arquetipo de lo original español, por emulación o por asimilación, pues buena parte de esta hidalguía encontró oficio digno en la Iglesia y la Administración del Estado, es decir la educación y doctrinado del resto del país.
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