domingo, 29 de marzo de 2020

177. Coronavirus: Efecto 2000+gripe aviar.


El coronavirus es un grano demográfico. El año pasado murieron cerca de 1.200 personas al día en España, 430.000 todo el año y unas 150.000 más que en 1980. La tasa de muertes mensuales por millón de habitantes es de 760, la tasa anual 9.129. Entre enero y junio, los meses más y menos mortíferos, puede haber entre cuatro y veinte muertos de diferencia, con una media de nueve mil.
Incluso contando con una tasa acumulada de 350 muertos/Millón por el coronavirus, unos 16,5k muertos entre marzo y abril, este tsunami apenas destacaría como una extraña doble ola dentro de la marea estacional de mortalidad (afectando sobre todo a ancianos, es posible que tras la ola del covid-19 venga un seno de menor mortalidad en los meses siguientes a este), pero en cualquier caso sin repercusión alguna en la gran corriente demográfica.

Y lo dicho en España, país a la cabeza de las estadísticas de mortalidad por covid-19, porque en el todo el mundo, el previsible efecto demográfico de esta neumonía es aún más irrelevante.
Así que creo que el tuit de Suso de Toro resume a la perfección lo que es esta crisis: hay un riesgo real, que es el covid-19, pero como en la crisis del efecto 2000, el riesgo ha desatado un pánico  desproporcionado, desbocado, apocalíptico, que va a puede traer males peores que los que pretende y no consigue atajar.

Lo cierto es que si el gobierno Chino no hubiera actuado como lo hizo, con esa apabullante exhibición de capacidad técnica, industrial, organizativa y de control de población, con esa eficacísima determinación, el coronavirus nos habría pasado por encima dejando un silenciosa anomalía estadística en el sistema, apenas unas décimas en el cómputo anual de mortalidad.


Fueron la extrema alarma creada, la extraordinaria reacción del gobierno Chino y su ¿sorprendente? éxito, lo que nos puso en la situación que nos encontramos. El ejemplo de China nos obligó a actuar. Pero lo que demostramos es una total incapacidad, parálisis y aturdimiento. Nos hemos escondido, peor, hemos encerrado a los niños y jóvenes y castigado a los sanos por el temor de contagiar a los viejos y enfermos. Y todo viene de nuestra incapacidad para imaginar una solución apropiada a nuestra sociedad y nuestro miedo a asumir el más mínimo riesgo. Sin ideas propias, sin saber qué hacer, acojonados, no hemos sabido más que copiar a China y lo hemos hecho del peor modo.


Japón, Korea, Singapur, Tailandia... los vecinos más próximos a China, hechos a tomar en serio a su vecino y con la experiencia de las pasadas crisis sars, dieron respuesta adecuada, preventiva y eficacísima, tanto que ni le prestamos atención, creyendo que si ellos vencían el covid-19 nosotros con más motivo. En cambio, pusimos el foco en los problemas de Irán, magnificados por unos medios de comunicación que no sirven más que para reforzar nuestra autosuficiencia y supremacismo. Y así fue como el covid-19 llegó a España de forma tan sorprendente como anunciada y así nos hemos convertido en pasivos espectadores de nuestro propio reality. Un hedonista y estúpido juego de espejos deformados.

El covid-19 pasará sin apenas repercusión demográfica, pero nos está dejando en pelotas como sociedad, revelando nuestras miserias. El pánico, el caos generado y la estupidez general muestran una sociedad mucho más incapaz, rígida, cobarde, débil, ensimismada y autoritaria de lo que quizá queremos admitir. Somos una sociedad envejecida y se nota para mal. Parece que hemos acumulado los vicios y no las virtudes que se atribuyen a la vejez.










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