¿De qué va todo esto del discurso y el número?
Resumiendo: hay una co-relación entre la frecuencia de uso de las palabras y el valor que les otorgamos.
Dicho de otra manera: Hay una co-relación entre significados y significantes.
Dicho de otra manera: Hay una co-relación entre frecuencias de uso en el lenguaje y la medida del mundo.
Bien pensado,sería extraño que no fuese así. Si no, ¿cómo podríamos expresar el mundo mediante el lenguaje?. Si el lenguaje no incorporase esa relación en ningún grado sería inútil como conocimiento. De lo que trata este blog, al menos desde hace un tiempo, es de cómo se articulan estas relaciones.
Sigo, con color y política.
De forma recurrente, en todo el mundo y desde hace siglos, los partidos políticos se identifican según colores. El color es el símbolo más obvio para agruparnos en bandos. En el siglo XVII, los soldados españoles vestían de blanco, el color de los borbones. En la Revolución Francesa, la tricolor se convirtió en la gran enseña nacional e internacional. En el siglo XIX, los liberales españoles se vincularon al morado, que heredó la II República. En la revolución rusa, lucharon blancos contra rojos...; pero incluso hace 20 siglos, en el Bajo Imperio romano, verdes y azules debatían a puños sus diferencias en el hipódromo y por las calles de Roma y Constatinopla.
Así, a primera vista, los colores son una forma elemental de política, una política aguerrida, un poco hooligan, pero visto en perspectiva, son un signo de funcionamiento democrático, de un populismo no sé si incipiente o degenerado, pero sin duda democrático en tanto que hace partícipe al pueblo, a la masa. No encontraremos partidos de colores en la política medieval -salvo, curiosamente, en la rivalidad entre órdenes religiosas-, o en las luchas cortesanas. El color, presente como símbolo político, implica competencia ideológica, un cierto debate.
Y ahí va. Resulta que desde hace tres siglos hay una correlación intermitente entre la frecuencia de uso agregada de nombres de color en seis idiomas inglés amaericano - AM, inglés británico - BR, español - ES, italiano - IT, francés - FR, ruso -RU y alemán- GE) con los términos independencia, libertad y progreso, que son tres ideales políticos modernos muy genéricos. Las correlaciones están hechas a periodos de 25 años (los 25 siguientes al año señalado en la gráfica, de modo que, por ejemplo, el valor de 1850 es para el periodo 1850-1874).
Está claro que, de modo general, desde hace tres siglos la frecuencia de uso de los colores en Europa y América está cada vez más relacionada con palabras de significado político como independencia, libertad o progreso. Y lo más significativo, creo, de este hecho, es que haya ciertas fechas señaldas que forman picos en los que esa relación ha sido más acusada.
Cuando empecé a revisar estos resultados los iba viendo caso a caso (idioma a idoma), y esta intermitencia me parecía un problema, una debilidad en la hipótesis de relación color-política. Pero una vez reunidas las relaciones, sumadas todas ellas, pienso lo contrario: que la relación intermitente no es una debilidad en la prueba de relación, sino una evidencia de la naturaleza de esa relación. Este va y viene lingüístivo es connatural a los vaivenes de la historia, al mercadeo de las ideas y valores políticos. Lo que importa no es el valor de R2 en sí, sino la tendencia y la ocurrencia de los máximos y mínimos.
El primer pico (de R2 muy bajo pero ya evidente) se manifiesta entre el uso de colores y libertad en la Revolución Francesa. El segundo pico llega en 1800 con las guerras napoleónicas, aunando libertad e indepenencia.
Hacia 1850, o mejor, con las revoluciones de 1848 (la primavera de los pueblos) tiene lugar el primer pico de progreso y, enseguida, los nuevos máximos de libertad e independencia, ligados a los procesos unificadores de Italia y Alemania y el despertar de los nacionalismos (sometidos los pueblos por el pacto de imperios de Meeternich se levantaron como naciones).
Un segundo pico de progreso en 1900 (periodo 1900-1924) antecedió a los de libertad e independencia de entreguerras.
El cuarto periodo de máximos -acoplado ya el progreso a la independencia y libertad- aparece hacia 1950, en la época dorada de Pax Americana
Y el quinto y último llega en el fin de siglo (pico de 1980, periodo 1980-2004), quizá ligado al derrumbre del comunismo.
Color político y valor de uso.
Los economistas emplean la noción de valor de uso como medida del valor intrínseco de cada producto, mercancía o servicio. Sin embargo, en tanto que bienes económicos, la única medida posible de este valor de uso es el valor de cambio, que no tiene por qué ser el mismo que el valor de uso. Un ejemplo evidente de esto son el agua o el aire, cuya utilidad son máximas pero no su valor por culpa de su disponibilidad o de su intercambio ajeno al mercado. Este problema convierte el valor de uso en un concepto filosófico sin utilidad práctica en sí mismo. En realidad los economistas que se empeñan en dotar a los bienes de un valor de uso son engañados por el ideal filosófico del utilitarismo, que otorga una coartada moral a la economía al igualar el bien común al sumatorio de los bienes individuales.
En la lengua, sin embargo, el valor de uso -en tanto que frecuencia de uso- es enteramente congruente. Existe una correspondencia plena entre el valor de las palabras y su utilidad, es decir, la medida con las que las usamos. En las coloridas gráficas de debajo, por ejemplo, descubrimos ver el valor de uso de los 13 colores más usuales en inglés americano y británico (arriba frecuencia de uso total; abajo uso relativo de los distintos colores).
El valor de cambio, por supuesto, nos dice cómo se relacionan las palabras, por ejemplo, colores y términos políticos.
Sean cuales sean los correlatos históricos que yo elija para explicar la relación entre uso de los colores y la política, lo que Ngram nos dice es que el valor político del uso de los colores no ha dejado de crecer en todos los idiomas al aumentar su relación con términos tan inequívocamente políticos como libertad, independencia o progreso. En suma, para las seis lenguas (siete casos, contando el inglés americano y británico) los últimos máximos de R2 están en 2,5, lo que significa un R2 medio de 0.35. Ahora solo necesitamos una comparación, una escala. ¿Es un R2 de 2,5 signo de una relación potente o irrelevante? ¿Es un R2 de 2,5 un valor de cambio alto o bajo? Pues aquí una respuesta:
Nada más obivo que, cuando hablamos de colores, hablar de color. Esta relación nos parece evidente, primaria, fundamental. Pues bien, el R2 de la correlación media a 25 años de 1700 a en los seis idiomas es de 2,7, variando desde 1,49 a 3,9.
El valor de cambio -a diferencia del valor de uso- es relativo, claro, pero lo que nos dice Ngram es que, hoy, los colores han alcanzado un valor uso político comparable a su obvio valor cromático.
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