Cuando trato de explicar lo perjudicial que ha sido Madrid y su impuesto centralismo para España mucha gente me recuerda que París es una capital tanto o más centralista que Madrid y a Francia no le ha ido del todo mal.
De hecho, desde que Felipe V se instalara en Madrid, ha habido una permanente voluntad -eso sí, pagada por todos los españoles- por recrear Madrid al modo de París, e incluso muchos han creído que haciendo esto España se transformaría, por arte de birlibirloque, en una nueva Francia. El resultado de este tipo de modernización por la vía de las apariencias resulta tan ilusorio como ruinoso.
Pero a lo que iba. El caso es que ni España es Francia, ni Madrid será nunca París. Las condiciones geográficas, sociales o económicas han sido incomparables y el centralismo de Paris en Francia no se entiende bien en España y se copia mal. París sirvió a Francia como capital porque el país convergía en la capital de forma natural. A finales del XVIII, cuando irrumpió la modernidad, la ciudad, industriosa y comercial, burguesa, tenía una cultura favorable a las innovaciones y supo liderar el cambio político y social que preparó a Francia para la revolución industrial y la democracia parlamentario. Y una cosa que en España nunca se advierte: París, como Londres, es un puerto. Todavía hoy.
La situación de Madrid era completamente distinta. Desde el siglo XVI, el interior peninsular vivió una decadencia respecto de las zonas costeras que solo salvó a la capital gracias a las rentas de la Corte. Pero comenzado el siglo XIX Madrid era una sede cortesana y nada más. Un capital cuya cultura era servir al rey y a su corte. En Madrid había señores y siervos, y poco más. Desde luego no era un gran bagaje para liderar un país moderno.
A mediados del siglo XIX, con dos décadas de retraso respecto de Francia, en España comenzaron a desarrollarse los primeros proyectos de ferrocarril. Eran proyectos que servían a intereses locales, en zonas donde la densidad de población y el desarrollo económico justificaba las inversiones y estaban adaptados a las limitadas capacidades técnicas y de capital. Estos primeros proyectos eran pequeños, pero razonables, en una palabra, viables, y podían servir como germen de una red que acabase por integrar el país a base de añadir nuevos tramos a partir de estos nodos:
Barcelona - Mataró: Para servir a la incipiente industria textil y el comercio.
Jerez - Puerto de Santa María: Para exportar los vinos de Jerez a Inglaterra.
Gijón - Langreo: Para dar salida al mar a los carbones asturianos.
Es evidente. Todos estos proyectos se iniciaban cerca de puertos, respondían a un interés industrial o comercial y planteaban rutas de menos de 50 km. Era un buen comienzo. Lento, quizá, pero bueno. Sin embargo, ya en sus inicios, Madrid hizo valer su capitalidad y rompió esta dinámica virtuosa planteando una ruta de 350 km, inasumible sin el recurso a los caudales del Estado, recurso que se tomó con creces, pues en este negocio estaban involucrados exministros y la parentela real. Fue un pelotazo y un escándalo mayúsculo. ¿Os suena?
En su principio y su final, la vía Madrid Valencia tenía un cierto sentido económico, comunicar la poblada huerta valenciana y dar salida al mar a sus productos y comunicar Madrid con Aranjuez, donde veraneaba la Corte, y también transportar los productos de la huerta de Aranjuez a Madrid. Pero el cierre de línea atravesaba un páramo económico. Sin embargo, la política dictada por los gobiernos de la capital España fue multiplicar estas enormes líneas con la excusa de estructurar el país. Así se hizo.
Los gobiernos militares de España hicieron de Madrid un nodo ferroviario como era París en Francia con la excusa de los altos intereses nacionales, pero al hacerlo así solo servían a los intereses de una capital aislada a 400 km de la costa, endeudando el país hasta la ruina y comprometiendo el desarrollo industrial para el resto del siglo.
Además, las radiales impidieron que el país quedara de verdad estructurado, aislando unas zonas de otras al primar las conexiones con Madrid. por ejemplo, Andalucía quedó aislada del Levante, igual que toda la costa norte peninsular.
Y lo peor es que siglo y medio después seguimos igual, aplicando el mismo patrón. En los últimos 25 años el gobierno español ha construido la segunda mayor red de alta velocidad ferroviaria del mundo, y sin duda la más ruinosa e inútil, pues solo sirve para ir y venir de Madrid.
Mientras, la autovía del Cantábrico, planteada también hace 25 años, una infraestructura básica para España pero que no interesa a Madrid, sigue todavía en construcción, y el doble corredor Mediterráneo y Atlántico, que es la opción elegida por la UE y que cuenta con su apoyo financiero para vertebrar la red transeuropea de transportes, duerme el sueño de los justos porque no sigue el patrón central de Madrid.
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